Camina descalza.
El mar le salpica los pies acariciándola como si de una musa se tratase.
Mira el mar, aún con lágrimas en el corazón de última derrota y agacha la cabeza.
Se levanta y comienza a quitarse la ropa en una noche fría de primavera a las orillas del mar con la luna alumbrando para que las estrellas la vean mejor.
Está desnuda y una leve brisa acaricia su cuerpo haciendo que tenga un escalofrío.
Se acerca al mar, su fiel confidente y se funde con él en un abrazo.
Tiene frío,sonríe, en sus mejores momentos siempre ha tenido frío.
De nuevo recuerdos de antiguas batallas le llegan a la mente como una tortura que la acecha a cualquier hora, sale del agua y la arena cálida la acoge como quien abraza una muñeca rota.
Y se queda ahí, mirando todos los ojos del cielo que la han visto en mejores y peores momentos.
Los observa al igual que ellos a ella, e intenta recordar buenos momentos en los que esos ojos la protegieron y la guiaron. ¿Cuando la habían abandonado?
Lágrimas recorren su rostro.
Se gira y ve su ropa tirada en la arena, comienza a ponerse la ropa interior, luego la camiseta y se tumba de nuevo.
Sus pantalones ahora son su almohada.
Está demasiado cerca de la orilla y las olas le besan mientras duerme.
Pasan las horas y ella sigue ahí, sin fuerzas para moverse, sin querer sacar fuerzas para seguir.
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